Son dos las problemáticas
definiciones de “virginidad” que suelen
manejarse: una mujer es virgen cuando no ha tenido relaciones sexuales o lo es
cuando tiene el himen intacto. En cuanto
a la primera, faltaría determinar qué es una relación sexual; la segunda se
complica por el hecho de que el himen puede alterarse por actividades ajenas a
las del Campo de Venus. Para el
caballero que sobrevalora la virginidad pareciera pesar, por sobre todo, la
para él honorabilísima idea de “ser el primero”. En ella subyace la creencia de ser
sempiternamente instalado en el elevado pedestal “del que jamás se olvidará” y
del que “la marcó para siempre”, pero también la ilusión de ahorrarse cualquier
tipo de inquietante comparación: sólo el primero (léase “el único”) puede ser
el mejor.
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