El dicho, bastante elocuente por sí
mismo, expresa de manera cruda y vulgar un modo de retar la prohibición del
incesto (práctica de relaciones sexuales entre individuos vinculados mediante
consanguinidad) imperante en nuestra cultura.
No es raro que los niños inicien la exploración de su sexualidad entre
ellos, y el primazgo puede ofrecer fructíferas y variadas ocasiones para estos
juegos iniciáticos, sean reales o fantasiosos.
El dicho podría perfectamente tener por objeto al primo, aunque en
desmedro de la rima. La imagen de la tan
cercana pariente profiriendo gemidos de placer encarna aquí el dulce sabor de
lo prohibido que suele resultar, por lo mismo, tan atractivo.
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