miércoles, 22 de enero de 2014

Yo no sé por qué le hacen tanta propaganda al sexo dentro del agua. El otro día traté en una piscina y fue dificilísimo. Cuando logré ponerme el preservativo, el deseo ya casi había desaparecido.


Desde que la evolución determinó que nuestros ancestros abandonaran las aguas primordiales, las cosas nos salen indudablemente mejor en tierra firme.  El sexo en un medio líquido es por cierto más complicado de lo que la consabida escena del jacuzzi en las películas románticas lo hace lucir.  Y si la ejecución de un ejercicio que requiere tanta coordinación se hace difícil en una tina, imagínese lo arduo que puede resultar en una piscina o en mar abierto.  Particularmente porque, siguiente la máxima de Arquímedes, sin un punto de apoyo no hay quien puede mover el mundo.  De cualquier forma, si uno se empeña en llevar a cabo la hazaña, existen modos de hacerla menos trabajosa.  Y uno de ellos tiene que ver específicamente con el preservativo: al igual que el traje de buzo, conviene ponérselo mientras uno está todavía fuera del agua.


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