Desde que la evolución determinó que nuestros
ancestros abandonaran las aguas primordiales, las cosas nos salen
indudablemente mejor en tierra firme. El
sexo en un medio líquido es por cierto más complicado de lo que la consabida
escena del jacuzzi en las películas románticas lo hace lucir. Y si la ejecución de un ejercicio que
requiere tanta coordinación se hace difícil en una tina, imagínese lo arduo que
puede resultar en una piscina o en mar abierto.
Particularmente porque, siguiente la máxima de Arquímedes, sin un punto de
apoyo no hay quien puede mover el mundo.
De cualquier forma, si uno se empeña en llevar a cabo la hazaña, existen
modos de hacerla menos trabajosa. Y uno
de ellos tiene que ver específicamente con el preservativo: al igual que el
traje de buzo, conviene ponérselo mientras uno está todavía fuera del agua.
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