Proferir palabras –románticas, empalagosas, soeces
o violentas- durante el acto sexual tiene un efecto altamente erotizante en
algunas personas y en otras, como usted, precisamente el contrario. El pedido de su dama pareciera caer en
terreno infértil, ya que este tipo de intercambio requiere de una dosis mínima
de espontaneidad. Dado que el diálogo
pareciera inviable en el Campo de Venus, inténtelo fuera de él. Quizá le sirva recurrir al poeta Neruda y
recitarle a su dama: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente, / y me
oyes desde lejos, mi voz no te toca. / Parece que los ojos se te hubieran volado / y
parece que un beso te cerrara la boca”.
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