Los japoneses crearon muy sofisticadas técnicas de
amarre y llamaron shibari a este arte
destinado a inmovilizar a sus prisioneros.
Desde el siglo XIX, se hizo conocido como práctica erótica, bastante
habitual y con muchas variaciones. Arte
o no, nuevo o antiguo, este proceder comporta considerables peligros. Al quedar la persona atada a merced del
atador, serían condiciones indispensables –aunque quizá utópicas y nunca garantes del todo- la confianza, el
respeto de límites y precauciones prácticas.
Si lo suyo es miedo o excitación, imposible saberlo; en estas lides, la
frontera entre ambos sentimientos suele presentarse borrosa. Desaconsejamos absolutamente adentrarse en
estos terrenos con acompañantes poco conocidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario