Alberto, San Isidro
Proferir palabras –románticas,
empalagosas, soeces o violentas- durante el acto sexual tiene un efecto
altamente erotizante en algunas personas y en otras, como usted, precisamente
el contrario. El pedido de su dama
pareciera caer en terreno infértil, ya que este tipo de intercambio requiere de
una dosis mínima de espontaneidad. Dado
que el diálogo pareciera inviable en el Campo de Venus, inténtelo fuera de
él. Quizá le sirva recurrir al poeta
Neruda y recitarle a su dama: “Me gustas cuando callas porque estás como
ausente, / y me oyes desde lejos, mi voz
no te toca. / Parece que los ojos se te
hubieran volado / y parece que un beso te cerrara la boca”.
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