EL TEMPLO DE
SODOMA
Diré que me llamo Rosa (mi nombre real es otro). Tengo 31
años y hasta el día de hoy no he experimentado lo que el hombre con el que
salgo (ojo, hace sólo dos semanas) llama y reclama como un “ingreso al templo
de Sodoma”. Que es gracioso cómo lo dice, no hay duda.
Desde que tuve 17 años formé
parte del Opus Dei, y a los 25 decidí convertirme en numeraria (una especie de
monja laica). Hace apenas un año dejé el Opus Dei por razones que no vienen a
cuento. Sigo yendo a misa y creo en Dios.
Desde que volví a la “vida civil”
decidí abordar con mayor soltura mi sexualidad, pero desde que conocí a este
hombre mis convicciones, ésas que aprendí con el Opus Dei, han tambaleado de
una manera que yo misma me asusto. No es que él sea un pérfido ni un libertino.
Sólo dice que, a mi edad, ya es hora de que “cambie de religión”…uds entienden.
Mi confesor (aún lo tengo) me dice que rechace esas propuestas por deshonestas
e indecorosas, pero algo en mí, quizá olvidado durante tantos años de
abstinencia, se resiste a leer como medida de penitencia, por ejemplo, más de
dos o tres líneas de los Salmos o los Proverbios, e incluso esos pasajes donde
la Biblia nos cuenta las razones por las que Sodoma y Gomorra sufrieron la ira
de Dios.
Me siento en un aprieto y no sé qué hacer. Agradeceré cualquier
comentario. Gracias, “Rosa”.